RADIOGRAFÍA
ALEJADO DEL GLAMOUR QUE SUELE asociarse con el cine, Ray Santisteban usa su cámara y su talento para filmar historias reales. El trabajo es arduo: hacer un documental de una hora puede demorar tres años. Pero él dice que este género cinematográfico le apasiona porque vincula la vida de la gente con la historia.
Su cabello negro un tanto desordenado, los ojos de niño inquisitivo y la sonrisa pícara es lo primero que llama la atención cuando se conoce al director de cine Ray Santisteban.
Al conversar es cálido, pero con las preguntas sobre su vida personal se vuelve retraído y se sonroja.
¿Qué tan seria es la relación con su novia, la famosa novelista Sandra Cisneros?
“No voy a contestar esa pregunta”, dice con una risa nerviosa, aunque luego añade: “Bueno, la conocí en 1994 pero cuando más hablé con ella fue al filmar [el documental] Voices from Texas en 2002. Estoy feliz con mi vida en este momento”.
Sin embargo, cuando empieza a hablar sobre sus películas deja a un lado la timidez y se convierte en un conversador incansable.
Hace unas semanas ganó el premio especial del jurado en el Cine-Festival de San Antonio con el cortometraje Vincent Valdez: The art of boxing, que narra la vida del pintor local Vincent Valdez.
El premio no fue algo nuevo para él, pues en 2003 ganó el de Mejor Documental por Voices from Texas, que trata sobre escritores méxicoamericanos de Texas.
Su lista de reconocimientos es tan larga como los 15 años que ha sido director y productor de cine, desde que en 1990 se graduó de la Tisch School of the Arts de la Universidad de Nueva York (NYU), una de las escuelas de cine más prestigiosas de Estados Unidos.
Para recibirse coprodujo el documental Passin’ it on, que cuenta la historia de Dhoruba Bin Wahad, uno de los líderes de los Panteras Negras en la década de los 60 que pasó 19 años en prisión. La cinta se transmitió por el canal de televisión pública PBS.
Santisteban y un compañero demoraron tres años en filmar ese documental. Usaron el equipo de la universidad y pagaron la edición — que tardó otro año— con su dinero.
Pese a que Passin’ it on fue premiado, lo que más satisface a Santisteban es que Bin Wahad salió de la cárcel en 1990. “No ganó su libertad por el trabajo que yo hacía, sino porque revisaron su caso. Pero me dio alegría y pensé que la suerte estaba de mi lado”, dice el cineasta de 38 años.
Ray Santisteban nació en el puerto de San Pedro, California, cerca de Los Ángeles. Su padre era de Tijuana y su madre de EU. Se separaron cuando Santisteban tenía 9 años, y él y su hermana María Brown se fueron a vivir con su madre.
Cuando no estaba en la escuela, se quedaba en casa para ver televisión o leer. “Pienso que eso me ayudó a no tener problemas, pues vivía en un barrio con drogas, pandillas y delincuencia”, dice. “Todos mis vecinos y mis primos se metieron en problemas con las autoridades”.
De grande quería ser bombero “para servir a la comunidad”. Además, en su familia nadie hablaba de estudiar una carrera. “Era algo en lo que no soñábamos. Y luego lo vi en la universidad: de 1,200 estudiantes que había en la facultad de cine, sólo tres éramos latinos”, asegura.
Cuando se dio cuenta que en realidad no quería ser bombero, tomó una prueba de aptitud profesional y después decidió ir a NYU.
“Lo mejor de Nueva York es que se aprende más fuera de las aulas”, dice Santisteban. “Siempre te topas con directores y puedes tener muy buenas conversaciones”.
También consiguió un empleo de medio tiempo como proyeccionista en clases de maestría y doctorado. Gracias a ese trabajo no sólo veía algunas películas excelentes, sino que también escuchaba las discusiones entre los alumnos y los comentarios de los profesores.
En 1994 empezó a colaborar con el realizador Héctor Galán en Austin y fue director adjunto de la famosa serie Chicano! The history of the Mexican American civil rights movement, que se pasó en PBS. Luego trabajó en Wisconsin y en San Francisco, y en 1998 llegó a San Antonio, donde durante cuatro años fue director del CineFestival.
Desde los inicios de su carrera Santisteban decidió apostar por el género documental para contar las historias que le interesaban.
“Lo hermoso de los documentales es que puedes poner todo junto: las experiencias, la vida de la gente y la historia”, dice Santisteban.
A los que quieran seguir ese camino les advierte que debe gustarles el caos y, sobre todo, que deben tener paciencia.
“Hacer un documental de una hora puedes tomarte de tres a cuatro años y si es un documental de 10 minutos puedes tardarte de uno a dos meses. Todo depende de lo que estés haciendo”, dice Santisteban. Él sabe dominar el caos con mucha paciencia. En la actualidad trabaja en seis proyectos. Con uno de ellos, Desert flower, obtuvo la beca Media Arts 2005 financiada por la Fundación Rockefeller, por lo que recibirá $35,000.
“Él ganó porque la beca busca a personas con talento y con proyectos innovadores […] Cuando el panel vio sus trabajos anteriores pensó que era un buen candidato para recibirla”, dice Tania Blanich, del National Video Resources, la organización que entrega la beca.
“Es un excelente director. Merece haberse ganado la Media Arts, que es un reconocimiento muy importante. Todo su trabajo es una contribución a la comunidad latina. Somos muy afortunados de tenerlo en la ciudad”, dice la directora de cine Laura Varela.
Admirador de Charles Chaplin, Michael Powell y del cine mudo en general, ahora su director favorito es Kar Wai Wong y su película preferida es Chungking Express.
“Las películas de Kar Wai Wong están llenas de color, hacen vibrar y son sofisticadas”, dice Santisteban. “Las personas que aman a Kar Wai Wong son directores de cine”.
Pese a su admiración por el cine de ficción, Santisteban seguirá alimentando su pasión por los documentales. “Mi meta es que cuando sea viejo y la gente vea mis documentales pueda saber a través de ellos quién fui”, dice Santisteban.