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La Lucha Cotidiana de josé Solis
Sin brazos ni piernas, no se deja vencer por la adversidad
Por Raquel Ruiz
Más allá de los impedimentos físicos o de la voluntad para no dejarse derrotar por ellos, lo que más impresiona de José Solis es la desenvoltura con la que trabaja por las calles del centro.
Solis nació sin brazos ni piernas hace 29 años y desde hace dos se dedica, cinco horas del día, a vender agua y refrescos a turistas y transeúntes y a llevar y traer encargos a empleados de oficinas del centro y porteros de los hoteles.
“Son muy buenos conmigo, compro tacos para llevarlos adonde me pidan”, dice Solis. “También llevo almuerzos a las oficinas”.
Sin brazos manos ni piernas, Solis recorre el centro a inusitada velocidad en su silla de ruedas y su ingenio impresiona a más de uno.
Recibe sus encargos en un teléfono celular que siempre deja en altavoz y que guarda en el bolsillo de su camisa. Cuando el celular timbra, Solis solicita a algún transeúnte que lo saque de su camisa, pulse la tecla para contestarlo y lo ponga en su oreja. Solis, entonces, sostiene el teléfono en su hombro y cuando termina de recibir el encargo le pide a otra persona que lo vuelva a poner en el bolsillo
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En la memoria del teléfono guarda el número de su padre, primos y taxistas amigos que lo podrían ayudar en caso de emergencia. En esa memoria también guarda los teléfonos de la taquería Jalisco, ubicada frente a la catedral de San Fernando, donde inicia su recorrido diario a las 10:30 am tras descender de la ruta de autobús 44, que toma a dos cuadras de su casa en Pleasanton Rd, al sur.
En el respaldo de su silla carga una hielera portátil y dos avisos plastificados en los que anuncia sus productos por los que solicita donaciones voluntarias. Y aunque no le gusta decir cuánto dinero hace al día, Solis dice que gana lo suficiente como para pagar sus gastos y sumar al cheque mensual que recibe por discapacitado.
“Sólo una vez me robaron y eso fue al puro principio cuando le dije a alguien que me ayudara a ir al baño”, dijo Solis, que ahora prefiere abstenerse de tener que ir a uno. Claro que cuando le urge prefiere llamar a alguno de sus amigos.
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“El viene todos los días y cuando no tiene hielo para sus refrescos se los regalamos, le acondicionamos su hielera”, dice Endelia Rodríguez, dueña del restaurante.
La hielera, los primeros refrescos y botellones de agua con los
que empezó su negocio en 2003 fueron donados por un taxista — que prefiere mantener en reserva su identidad— y que trabaja para el Hotel Hyatt.
“Yo le dije: ‘¿Por qué pides dinero? Mejor te voy a enseñar a trabajar’”, dijo el taxista. “Él es un ejemplo para muchos que piden limosna y tienen todas sus facultades, estoy muy orgulloso de él”.
Solis prefiere vender sus refrescos en la banqueta frente al Álamo y en el Centro de Convenciones. En una buena mañana, abarrotada de turistas, Solis vende todo lo que compra en una tienda de barrio aledaña a su casa. Incluso, en ocasiones debe ir al restaurante Jalisco a abastecerse.
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“El doctor nos dijo que si a mijo le faltaban las piernas y los brazos le sobraba cabeza”, dice Pablo Solis, su padre.
Solis es huérfano de madre y padeció una depresión con su muerte, que dio al traste con los cursos que estaba tomando en el San Antonio College.
“Mi mamá era maestra y ella me enseñaba lo que se estudiaba un curso más adelante del mío”, dice Solis, que se graduó de la preparatoria McCollough del Distrito Escolar de San Antonio y aprendió a escribir con los pies.
